EL OSO MÁS
INESPERADO

Black Canyon of the Gunnison, COLORADO, EE.UU

Fotos: TRAVEL ROAD PARTNERS

Eclipsado por el mucho más celebre y extenso Parque Nacional de las Montañas Rocosas, Rocky Mountain National Park, se encuentra también en el estado de Colorado el “Black Canyon of the Gunnison” o Cañón Negro del Gunnison.

Black Canyon of the Gunnison

La denominación de Cañón Negro se explica por el color oscuro negro azulado de sus paredes de gneis, salpicadas en algunas zonas por franjas rosadas más o menos gruesas, conectadas entre sí y divididas en ocasiones en múltiples ramificaciones, como si de un sistema venoso fosilizado se tratara por el que en un tiempo pretérito hubiera circulado la savia del macizo rocoso, ahora al descubierto como una decoración mural vigilante del discurrir sinuoso y veloz del río Gunnison.

El Black Canyon of the Gunnison es de una belleza salvaje Y rotunda

Las paredes verticales de gneis, roca de estructura pizarrosa e igual composición que el granito, contrastaba con el color verdoso de las aguas del río Gunnison, ocultas a la vista hasta que te asomas al intimidante abismo. Así, el centinela severo e inmutable contempla impotente la huida del esperanzado prófugo, sin poder hacer otra cosa que admirar su valentía y determinación natural.

Desde los distintos miradores a lo largo del recorrido por el borde sur del cañón, varios elementos pugnaron por causarme una mayor impresión. Quizá fuera ese color verde esmeralda de las aguas del río Gunnison, las paredes verticales de una de las caras del cañón, su profundidad en torno a los 800 metros o el nítido rumor del avance del curso fluvial que llegaba a mis oídos como en una perfecta caja de resonancia.

Cuando meditas en torno a que nada podrá alterar el recuerdo de esa magnífica postal, la naturaleza se reserva sorpresas no imaginadas que añaden unas dosis mágicas al disfrute de la experiencia.

En el punto de observación del cañón llamado “Cedar Point” (Punto del Cedro), precisamente en el que mejor se podía apreciar la obra pictórica provocada por la pegmatita sobre el lienzo oscuro del gneis, me encontraba “persiguiendo” pacientemente a una esquiva y juguetona ardilla que se resistía al objetivo de mi cámara.

Black Canyon of the Gunnison

Ciertamente me había empeñado en fotografiarla ya que parecía estar jugando al gato y al ratón conmigo. Dado que nos habíamos detenido más tiempo del previsto en aquel punto, Javier me urgió a que regresáramos al vehículo y nos dirigiéramos al resto de miradores del borde sur, al objeto de completar las visitas antes de comer.

Como me resistía a abandonar el lugar sin conseguir una fotografía satisfactoria de la condenada ardilla, que finalmente sucumbió a mi perseverancia, le dije que esperara un poco más.

EL OSO MÁS INESPERADO

De no haberlo hecho nos hubiéramos perdido lo que vino a continuación. Javier, con una voz llamativamente serena para la emoción que debía estar sintiendo en su interior, casi en un susurro y en todo caso inaudible para la media docena de personas que compartían con nosotros la plataforma del mirador, que aunque hubieran entendido el español no se habrían enterado de lo que era una alerta individual para mí que me encontraba a su lado, dijo:

Hay un oso ahí…….

¿Dónde?, le respondí yo, al tiempo que me retiraba del visor de la cámara, cumplida con éxito la enconada persecución de la ardilla.

Ahí delante, afirmó.

De entre una zona tupida de matorrales había surgido un precioso oso pardo que despreocupadamente pasó a situarse en la roca desnuda más próxima a nuestra posición, separada eso sí por un vacío que se abría ante nosotros con una caída de varios centenares de metros. ¡¡Tan cerca y tan lejos a la vez!!

Black Canyon of the Gunnison

No habríamos podido elegir una mejor ubicación para fotografiar al plantígrado en su oportuno reconocimiento del terreno que devino en desfile para todos los que tuvimos la oportunidad de captar el momento.

A una distancia inferior a los 5 metros, con la seguridad que nos otorgaba nuestro particular foso y del que pronto el oso vino a percatarse, nos entregamos sin obstáculo alguno que entorpeciese la tarea, a una sesión fotográfica con tanto placer como asombro.

Es como si el oso hubiera salido de la zona de matorrales a saludarnos. Advertimos al resto de personas que seguían allí embelesados por el portento del cañón, pero ajenos a la situación que se había presentado, si querían fotografiar a un oso y las exclamaciones de sorpresa y posteriores agradecimientos no se hicieron esperar.

Black Canyon of the Gunnison

El oso, un ejemplar lo suficientemente grande como para no ser considerado una cría, pero pequeño para tratarse de un adulto, se paseaba con total tranquilidad, consciente ya de que debía regresar por donde había venido e indiferente a la expectación despertada, hasta adentrarse nuevamente en la densa masa de vegetación de arbusto y matorral desde la que había tenido a bien mostrarse.

Una vez engullido por el manto verde, ni el más avezado observador hubiera podido sospechar que albergaba en su seno vida animal de ese tamaño, pues no se percibía el más leve movimiento en los arbustos. ¡¡Tan cerca y tan lejos a la vez!!

Mientras el resto de afortunados espectadores nos agradecían que les hubiéramos avisado de la presencia del oso, reparé que Javier llevaba puesta la camiseta que había comprado en Banff (Canadá ) con una graciosa familia integrada por tres…osos. ¿Casualidad? ¿Premonición?

Con razón escuché a una mujer comentarle a su acompañante que quizá nosotros estábamos convencidos de captar unas instantáneas como la que el oso finalmente nos regaló. No, el mérito fue del animal. ¿O fue compartido?