BISMARCK
DAKOTA DEL NORTE, EE.UU
Fotos: TRAVEL ROAD PARTNERS
Bismarck en Dakota del Norte, es de esas poblaciones tan frecuentes del interior de los EEUU, que ya no es que se encuentren en las antípodas del carisma de Nueva York, el señorío de Boston, la fama de los Ángeles, la personalidad de San Francisco, el desenfado de Miami o la historia de Chicago, sino que para encontrar el más mínimo atractivo debe uno hacer un ejercicio de prospección similar al de la búsqueda de diamantes en el desierto de Gobi.
Cómo explicar lo sucedido en Bismarck, la capital del estado de Dakota del Norte, cuando la visitamos en el año 2015. La historia es la siguiente.
Posiblemente no ayudara mucho el hecho de que llegáramos a Bismarck un domingo por la tarde, pero lo cierto es que, transcurridas menos de dos horas, en las que transitamos sin rumbo fijo tras visitar el Capitolio, un edificio mastodóntico con menos gracia que recibir una carta de la Agencia Tributaria y el North Dakota Heritage Center, que recordaba al edificio siniestro en el que comerciaban con los órganos de la magnífica película “Coma”, la única sensación agradable que albergábamos era la de saber que al día siguiente proseguiríamos nuestro camino.
En esta tesitura y dado que se acercaba la hora de cenar, decidimos localizar un bar o restaurante en el que saciar el vacío estomacal y algún que otro vacío más transmitido por la “encantadora” Bismarck.
La elección no pudo resultar más sencilla, no tanto por la variedad de opciones si no precisamente por la escasez de éstas.
El Little Cottage Cafe recibía una nota destacada frente al resto de……….inexistentes alternativas.
Bismarck debe impregnar a sus habitantes de una monotonía tan espesa, densa y pegajosa como para provocar las reacciones más inesperadas e inverosímiles que cualquiera en su sano juicio pudiera imaginar, ante situaciones de lo más cotidianas.
La ingenuidad de sus moradores produce sentimientos contrapuestos por cuanto no sabe uno si interpretarlos con ternura o espanto.
Estacionamos el vehículo en el aparcamiento habilitado junto al Little Cottage Cafe. La puesta de sol dibujaba unos bonitos perfiles rosados y el propio establecimiento dejaba traslucir unas posibilidades fotogénicas no vistas en las dos últimas horas.
No habiendo transcurrido ni un minuto, se nos acercaron dos viejecitas ofreciéndonos sin mediar presentación alguna (era evidente que nosotros no éramos de allí y ellas lo eran en exceso), fotografiar la puesta de sol desde su casa y el terreno de su propiedad que se abría junto a ella. Prometían que la experiencia sería inolvidable, que la puesta de sol que contemplaríamos sería la más bella de todo Dakota del Norte.
Fotogramas de «Arsénico por compasión» de Frank Capra
Reconozco que la sorpresa e incredulidad se apoderó de nosotros dos, tardando unos segundos, que se me hicieron eternos…. en procesar si se trataba de una broma o de una singular forma de “pegar la hebra” y romper siquiera por unos instantes con su plúmbea existencia. Por la insistencia mostrada en el ofrecimiento y la persistente invasión de nuestro propio espacio, se hacía cada vez más evidente que no había en las dos venerables la más mínima intención de gastarnos una broma. Su proposición era completamente genuina.
Dos sentimientos de desagrado confluyeron en la mente de mi compañero de fatigas viajeras: que pudiéramos acabar como los infelices de la película “Arsénico por Compasión”, junto con la visión cercana del rostro de la viejecita más próximo a él, al tiempo que acompasaba su cháchara con codazos amistosos que reclamaran su atención.
Como yo siempre he disfrutado de un alma más truculenta, ya me imaginaba encerrado en un sótano a la espera de ser troceado por el Leatherface de Dakota del Norte.
Desembarazándonos a duras penas del implacable marcaje de las dos veteranas, irrumpimos ojipláticos en el Little Cottage Café como si acabáramos de dejar atrás un unicornio verde practicando acrobacias en el aparcamiento exterior.
De una vivencia tan delirante como la que acabábamos de experimentar no resulta fácil sobreponerse. Que se lo digan si no a mi estupefacto amigo, que a la hora de decidir qué iba a cenar se decantó por un bagel, una especie de bollo con forma de donut pero con menos gracia que el Capitolio de Bismarck. Plain?, le inquirió la camarera (esto significa en castizo “a palo seco” sin ningún aditamento o acompañamiento, que hace falta también tener mala leche). Yes, yes, se reafirmó el incauto, con lo que redondeó una jornada vespertina surrealista digna del mejor Kafka.
No había terminado de desternillarme viendo como mi compañero contemplaba aquel bodrio seco que le habían servido, comparable a una bola de pelos empanada con arena del desierto de Sáhara y decía tajantemente “ahí se queda”, cuando se nos acercó la joven camarera que nos había atendido y nos preguntó no exenta de un punto de timidez y cautela (la que no habían mostrado las encantadoras viejecitas de arsénico por compasión), que qué hacíamos en Bismarck; que aquí había bien poco que hacer (generosa ella en su apreciación); y que ella se aburría como una ostra, como si con ello pretendiera estimularnos para salir corriendo de allí.
Mientras le explicábamos pacientemente que estábamos únicamente “de paso” y nos regodeábamos un poquito en los detalles del itinerario que nos aguardaba, su semblante cambio de tal forma (con una expresión que denotaba una mezcla de sana envidia y profunda melancolía), que no nos cupo duda alguna de que si le hubiéramos ofrecíamos unirse a nosotros en este periplo, habría colgado el delantal en ese mismo momento.
Tras esta experiencia y otras vividas durante el recorrido por Dakota del Norte, como la visita al mercadillo dominical de Fargo en el que sus visitantes destilaban una pesada monotonía, nos sobrecogimos con el cartel de varias decenas de desaparecidos en el interior de un Walmart, por lo que era inevitable pensar en lo que tantas veces se ha dicho de que la realidad supera siempre a la ficción.
Inolvidable ficción ligada a la ciudad de Fargo, que tan relacionada está con el séptimo arte gracias a la obra maestra de los hermanos Cohen «Fargo» de 1996, aunque debemos acotar que realmente fue rodada en Canadá.