EL MONO ILUSTRADO
UGANDA
Fotos: TRAVEL ROAD PARTNERS
Llegamos a la reserva de Ziwa (donde haríamos una caminata vespertina para avistar rinocerontes blancos) poco antes de la hora de comer.
Mientras nos preparaban la comida, nos dieron algo de tiempo para que los que quisiéramos curiosear pudiéramos dar una vuelta por los alrededores.
En ese paseo en las proximidades de nuestro campamento provisional, con permiso de la grulla coronada a la que fotografié en este primer día de estancia en Uganda, los protagonistas fueron los monos.
Siguiendo una pista de tierra por la que se accedía al interior de la reserva y en la que ya se alertaba sobre la presencia de rinocerontes con un tipo de señal inequívoca, me encontré con un grupo de monos que correteaban de un lado para otro cruzando la carretera.
Corre, corre, no vaya a aparecer un rino…
Me acerqué sigilosamente hacia la posición donde intuía podrían encontrarse y pude captar a varios comiéndose unas frutas de color amarillo de las que daban buena cuenta con delectación.
Cuando me percaté de que no quedaba un solo mono que no hubiera reparado en mi presencia, devolviéndome unas miradas más de curiosidad que de recelo, decidí volver hacia el campamento pensando en llegar a tiempo para el inicio de la comida.
En el recorrido de vuelta y cuando ya escuchaba los rumores de conversaciones del grupo, en un momento determinado varios monos que zascandileaban en la copa de un árbol llamaron mi atención.
La rapidez de sus movimientos en las ramas altas del árbol y lo errático de sus trayectorias no facilitaba la tarea de fotografiarlos. Sin embargo, decidí centrarme en uno de ellos que permanecía inmóvil en lo que me pareció inicialmente que podría deberse a estar comiendo, descansando, echando una cabezadita u observando en reposo el jolgorio de toda la pandilla.
Así es que una vez me hube aproximado al árbol, busqué la posición que me permitiera captarlo mejor y cuál fue mi sorpresa cuando lo tuve frente al objetivo de la cámara.
Y es que, por la postura de su cuerpo, la posición de sus brazos y muy especialmente por su mirada de ojos entornados, de absoluta concentración y abstracción frente a todo lo que se “cocía” a su alrededor (incluido el que un “muzungu” le fotografiara), cualquiera hubiera podido pensar, al ver la instantánea, que se encontraba absorto en la lectura de un texto (tan improbable como lo era ver a ese mono así) impreso en la corteza de la sandía que tenía entre manos…