ISLA BARTOLOMÉ, ISLAS GALÁPAGOS, ECUADOR
En mi segundo viaje a las Galápagos en Ecuador, tuve la oportunidad de visitar la Isla Bartolomé, una asignatura pendiente después de mi primer viaje a las Islas, bastante corto en el tiempo para poder disfrutar de todos los encantos del archipiélago, de entre los que ésta podría encuadrarse en el grupo de los escenarios naturales imprescindibles.
Fotos: TRAVEL ROAD PARTNERS
Después de unos días recorriendo parajes de ensueño como la isla Floreana y la Fernandina, entre el grupo con el que viajaba me había labrado un cierto prestigio de fotógrafo amateur (más afortunado que conocedor de los arcanos de la fotografía), que rivalizaba con el fotógrafo oficial del viaje, cuyas fotografías constituirían después un recuerdo imborrable de la impresionante fauna que tuvimos el privilegio de disfrutar en este paraíso natural.
Todo ello gracias a la fotografía que le hice a una iguana marina que en un perfecto estilo crol mostraba sus habilidades natatorias. Pero lo más sorprendente llegaría en la antes mencionada isla Bartolomé.
La isla cuenta con un impresionante mirador desde el que se puede contemplar la magnífica vista de un istmo con sus dos bahías simétricas en forma de doble media luna y un pináculo rocoso que nos recuerda, junto a la serie de volcanes salpicados a un lado y otro del eje del istmo, el origen volcánico de todo el conjunto.
Es un lugar sencillamente mágico que recompensa sobradamente el moderado esfuerzo que debe realizarse en la ascensión al mirador por espacio de unos cuarenta y cinco minutos. Ya durante la ascensión, nuestro guía Felipe nos advirtió que en la isla Bartolomé había algún que otro halcón y me desafió a que fuera capaz de fotografiarlos.
Tras culminar la subida nos quedamos un rato todo el grupo inmortalizando extasiados con nuestras cámaras el paisaje que se abría ante nuestros ojos.
Cuando llegó la hora de regresar al barco, desde luego yo no quería abandonar ese sitio tan especial y le pedí a Felipe si podía quedarme unos minutos más. Me concedió permiso no sin antes pedirme que no me demorara más de 5 minutos.
El grupo comenzó el descenso mientras yo continuaba disparando mi cámara convencido de que estaba ante una más que segura foto del viaje.
Y entonces apareció el halcón y se situó en la barandilla del mirador a no más de 3 metros de donde me encontraba. Si esto ya me pareció un atrevimiento por su parte, cuando me acerqué a él y literalmente posó para este fotógrafo aficionado, ya me resultó surrealista.