EL MARTÍN PESCADOR MALAQUITA

UGANDA

Fotos: TRAVEL ROAD PARTNERS

Se acercaba el final del viaje a Uganda y había sido incapaz de fotografiarlo. Sí, lo había visto fugazmente, intuida en la distancia la belleza del colorido de su plumaje y la espectacularidad de su pico, de un tamaño desproporcionado para el de su cuerpecito, no en vano se trataba de un martín pescador. Pero no uno cualquiera, sino el malaquita.

Martín Pescador

A LA «CAZA Y CAPTURA» DEL MALAQUITA

Así es que cuando días antes la guía nos habló de una excursión matinal opcional para ir “a ver pájaros” en el área de los embalses del Nilo junto a las ya subacuáticas fuentes del río en JINJA, y que ésa sería la gran oportunidad (y última) de verlos, en mi caso marqué la cita en rojo y la condición de opcional mutó en obligatoria.

Sin embargo, la incertidumbre se mantuvo intacta y fue “in crescendo” hasta esa misma mañana, por ver si el encuentro con los martines pescadores malaquitas llegaba finalmente a colmar mis expectativas.

No quería conformarme con verlo, verlo bien o simplemente fotografiarlo. Aspiraba a fotografiarlo bien, lo cual no resulta sencillo cuando de lo que se trata es de captar a un pájaro. Más aún, si añadía el hecho de que debía hacerlo en movimiento ( aunque el que manejaba la pequeña lancha se detenía cada vez que la ocasión lo merecía), se volvía imprescindible la intermediación de la diosa fortuna.

Y es que cuando no falla el pulso, en ocasiones lo hace la luz o se interpone otro elemento sobre el que la lente centra el enfoque difuminando el resto, o en el preciso instante del “disparo” la “presa” se ha movido o ha iniciado el vuelo saliéndose del encuadre o ha cambiado a una posición menos favorecedora.

Martín pescador

Por todo lo anterior, contemplar ahora el resultado, me produce un sentimiento de satisfacción por tener la posibilidad de recrearme en su pecho anaranjado, su boina y capa azul, su plumaje blanquecino bajo el portentoso instrumento de pesca que es su rojizo pico y la delicadeza de sus garras.

Y todo ello sin esa sensación de desasosiego que suelo experimentar unas décimas de segundo antes de accionar el disparador, debatiéndome entre la posibilidad de mejorar un poco más las prestaciones de la fotografía final afianzando el pulso o perder para siempre la oportunidad presentada…